martes, 24 de junio de 2014

Los sentimientos ocultos




A menudo nos dejamos arrastrar por la corriente de la opinión favorable del ambiente que nos rodea: amigos, familia, allegados, vecinos, compañeros e intereses en el trabajo... En fin, un largo etcétera de condicionantes y de presiones que suman y dirigen nuestro comportamiento normalmente hacia una determinada dirección. 
Nos cuesta el reconocerlo, pero nuestras decisiones y actitudes están demasiado marcadas por estos condicionantes, haciendo muchas veces que las decisiones tomadas por nosotros sean más los sentimientos y deseos de otros que los de nosotros mismos. Pocas personas verán que reconozcan esta realidad social, ellos les dirán que no, que ellos toman siempre sus decisiones porque así lo quisieron y les dio la gana. Todos sabemos que esto no es normalmente cierto, pero no vamos a discutir por ello. Es muchas veces mejor atender a los hechos que a lo que las personas quieren decir sobre ellos.
Sin embargo, hay veces, aunque sean pocas, en que sí nos ponemos serios en este tema, sí defendemos y mantenemos nuestra postura y decisión frente al entorno y presión social.
¿Quién no ha sentido algo especial por una persona si no prohibida, no recomendada por nuestro entorno? La madre separada con hijos y bastante mayor que nosotros, nuestra jefa en el trabajo, la estudiante que viene a nuestras clases, la novia de aquel amigo, nuestra cliente en el trabajo...
Sí, hablo de algo especial, no de algo pasajero y caprichoso, hablo de cuando brota el amor, cuando pensamos día sí y día también en esa persona, cuando la miramos y altera nuestro estado, cuando al cruzar las miradas comienza la complicidad furtiva.
¿Y qué ocurre? 
Lo que paredes silenciosas de habitaciones ocultas no cuentan, lo que árboles de bellos bosques guardan para sí, lo que los rayos del sol y la arena del mar iluminaron y acariciaron y nunca se atrevieron a mostrar.