jueves, 25 de diciembre de 2014

El amor en otros tiempos.

Mujeres paseando por la Gran Vía de Madrid

Iliá Ehrenburg, ese extraordinario escritor, nos hace un retrato de las relaciones amorosas a comienzos del siglo XX en las capitales españolas. Nos habla de sus costumbres y modos, y de cómo se las apaña cada cual para encontrar su pareja. Y en esto del amor poco han cambiado en el fondo las cosas, prácticamente todo el mundo busca aprovechar sus oportunidades.
 Las muchachas tienen que lanzar miradas incendiarias a los transeúntes para pescar novio. Sólo están libres de este deber las niñas hasta los doce años y las ancianas. 
Claro que bajo estrictas restricciones. Hoy, y en toda sociedad, también las hay, más o menos rigurosas, más o menos permisivas.
Una señorita que se estime en algo no puede pasearse sola. Se pasea con su madre, a veces con amigas, a veces con la cocinera. España es el único país donde existe el oficio de dama de compañía de señoritas jóvenes. En el lenguaje humorístico, se las llama “carabinas”. Estas “carabinas” defienden la virginidad de las jóvenes de la burguesía. Y las señoritas no tienen más remedio que pasear, pues de lo contrario no pescarían nunca novio.
El proceder es metódico, siguiendo reglas de tiempo y espacio.
En todas las ciudades de España, de siete a nueve, la gente invade el paseo. Acompañadas por sus mamás, o sin mamás, pero en piquetes de tres o cuatro, las muchachas pasean. 
Para quien no está habituado a las costumbres del país tal comportamiento puede suscitar dudas  y confusiones, e incluso derivar en un desafortunado encuentro.
 Echan miradas lánguidas y apasionadas a los hombres con quienes se cruzan. El extranjero, viéndolas mirar de ese modo, podría tomarlas por profesionales: tantas pesetas y un hotelito en la esquina. Pero, si se atreviera a abordarlas, volverían la cabeza indignadas y la madre escupiría un sonoro: “¡Sinvergüenza!”. 
Respecto al amor, un impulso básico del ser humano empujado por el instinto de supervivencia, prácticamente nadie se libra. Las pasiones pueden ocultarse, pero no eliminarse. Porque la vida, impetuosa, busca y se abre sus caminos, aunque se le marquen reglas a seguir y cumplir, que no siempre se seguirán y se cumplirán.
Los jóvenes miran a las vírgenes y languidecen. Les entra a la vez frío y calor. La mujer española sabe querer, pero en España esta palabra tiene un doble sentido. “Querer” es amar y, al mismo tiempo, es desear. Y ellas están deseando, pero no les queda más que un camino de colmar su deseo: casarse.

Notas: 
Iliá Ehrenburg. España, república de los trabajadores. Capítulo XX. "Querer" y " esperar".1932.