lunes, 10 de agosto de 2015

Los principios morales y las relaciones amorosas


Hay quien dice que con las mujeres no convienen demasiados retrasos, que las demoras y el no hacer las cosas a su tiempo desesperan al carácter femenino y que este, por propia naturaleza, se revelará y tomará y dará a otro u otros lo que no dio el primero que debió haberlo dado. 
Como todo, depende, de las personas, de las situaciones y de las variadas circunstancias que acontezcan. Pero no deja de tener tal afirmación un largo y sólido poso de verdad. Pues a la mujer, no menos que al hombre, su naturaleza le dicta unos comportamientos que difícilmente esquivará.
Y en el terreno de las relaciones más íntimas no suelen ser los más duchos y dominadores aquellos hombres que profesan mayor caballerosidad o mayores principios morales, por supuesto, no los de mayor pudor. Aspecto este que puede dejar bien o mal a muchas mujeres según se vea, pero que normalmente desmitifica bastante su naturaleza romántica.
Si van a la literatura encontrarán con asiduidad al galán o no, señor o no, encantador de mujeres. Y aquí no destacan los más honestos, más bien aparece la figura, no por casualidad, del personaje falto de todo escrúpulo, del que usa todas sus artes para conseguir sus objetivos, sin importar ni mucho ni poco los valores o principios morales que vulnere. Es el caso del apodado como "don Lope" en una de las magistrales novelas de Benito Pérez Galdós, Tristana:
Era que don Lope, por añejo dogma de su caballería sedentaria, no admitía crimen ni falta ni responsabilidad en cuestiones de faldas. Fuera el caso de cortejar a la dama, esposa o manceba de un amigo íntimo, en amor todo lo tenía por lícito.
Y no piensen que esta exposición que hace Galdós de este galán es una cuestión y comportamiento del pasado, se equivocarían si lo hicieran, sigue tan vigente hoy como entonces, y como antes de entonces. Por supuesto, no todas las mujeres prestan atención, y servicios, a este tipo de señores, las más honestas en estos menesteres los rechazan y repudian, pero mentiríamos si dijésemos que tales señores no reciben las más de las atenciones. Bastaría ver con qué hombres se han acostado las mujeres de su vecindario para sacarnos de dudas y llamar la atención sobre tal hecho.